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En busca de la utopía

Por Lino Moinelo a las 10:00 el 17 sept 2017 0 comentarios
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Cartel promocional de la película prácticamente desconocida en España 'Idiocracia'

Se asocia la ciencia-ficción con apocalípsis, cataclismos y sociedades totalitarias y distópicas. Que duda cabe que este género ha alumbrado obras excepcionales que entran dentro de estas descripciones convertidas en verdaderos clásicos de la literatura como 1984 o ¿Un mundo feliz?. Pero otros clásicos como Fundación, Dune o Crónicas Marcianas, por citar algunos ejemplos, muestran con mayor o menor realismo, con mayor o menor optimismo, otras visiones igual o más complejas de la Humanidad combinadas con un mensaje más constructivo. El pesimismo insistente del ciberpunk ha copado la producción audiovidual de este género hasta hace muy poco, desvirtuando su concepción clásica y envolviéndolo de un aire oscuro y supuestamente «adulto», priorizando un tipo de obras concreto de ciencia-ficción —BallardDick como casos más significativos— mientras que el resto del género ha quedado relegado a ámbitos minoritarios o secundarios, debiendo recurrir a las franquicias calificadas como «de frikis» ―adjetivo al que sus aficionados han acabado contribuyendo― para encontrar una aceptación mayoritaria. La implacable actualidad de las décadas recientes en las que las odiseas espaciales solo existían en galaxias lejanas, la ciencia-ficción seria y adulta debía ser apocalíptica, oscura y destructiva ¿Qué hay de justificable en esta situación? Es decir, ¿hasta qué punto es compatible un gran desarrollo tecnológico con mantener a salvo nuestro planeta o nuestra especie? ¿Estamos condenados a sucumbir finalmente a nuestros propios e inevitables defectos? ¿Tiene razón el ciberpunk?


Fotograma de "Los Supersónicos", serie animada de TV sobre una sociedad en la que la tecnología está completamente dominada y a su servicio

En el optimismo de épocas anteriores no era descabellado suponer que lo próximo por venir seria una alfabetización completa de toda la población del planeta y posteriormente, una paulatina mejora en los sistemas educativos de manera que resultaba plausible postular un futuro en el que el conocimiento científico y tecnológico sería ubicuo y más que aceptable. Sin embargo en la actualidad, el desarrollo social es en la práctica inexistente y salvo en los años más recientes ―hasta el famoso bosón de Higgs― los eventos científicos del tipo «pequeño paso para el individuo pero grande para la humanidad» han brillado por su ausencia durante cuarenta años.



En las tres citas de conocidos divulgadores científicos que se mostrarán a continuación, recopiladas a lo largo de los últimos años, se puede extraer que el mundo científico parece coincidir en que la humanidad se encuentra en un momento complicado. La primera de ellas es del conocido Carl Sagan, el cual se lamentaba hace ya veinte años ―en pleno auge del posmodernismo― de la repentina parálisis cultural y científica de la sociedad, haciendo alusión a sus representantes políticos, apartado que ha empeorado notablemente desde entonces. Otro divulgador, el reconocido paleontólogo Juan Luis Arsuaga, mostraba su preocupación con la posibilidad de que la evolución —un proceso aleatorio en origen— nos haya arrastrado a una situación incoherente estando en constante contradicción con nosotros mismos.
Como resultado final de nuestra historia evolutiva conviven en cada uno de nosotros dos identidades, la individual y la colectiva. Negar la existencia de cualquiera de las dos naturalezas humanas es cerrar los ojos a la realidad. Mientras que la identidad individual nos empuja al egoísmo y a la insolidaridad, la colectiva nos puede llevar al abismo, porque nos hace fácilmente manipulables [..] ¿Será posible que algún día el ser humano pueda superar su permanente contradicción entre el individuo y el grupo? ¿Nos habrá conducido la evolución hacia un callejón sin salida?
Juan Luis Arsuaga (El collar del neandertal)

Por último, José Luis Pinillos expone en La Mente Humana (1969) que una ciencia y tecnología cada vez más ubicuas y poderosas, son gobernadas sin embargo por el mismo ser igualmente frágil e inestable que vive dentro de nosotros desde hace miles de años. Un ser que ante una evolución biológica estancada tiene la obligación de evolucionar culturalmente ya que de lo contrario, será probablemente incapaz de evitar que el ser irracional que todavía llevamos dentro cometa una imprudencia que en esas circunstancias, sería catastrófica.

Por si fuera poco, si bien un arma se construye desde el primer momento con intención destructora, con otras tecnologías no se advierte tan fácilmente a partir de qué momento se convierten en perjudiciales. Todos aplaudimos los potentes dispositivos que llevamos en nuestros bolsillos, sin embargo, un mal uso que nadie se preocupa en advertir —mucho menos en prevenir— con eficacia, puede ser origen de aislamiento social o convertirse en adicción, al estimular hábitos que hasta ese momento permanecían «aletargados». La tecnología, el marketing y las tarifas planas, nos permiten llevar nuestras aficiones hasta extremos que nunca antes podían imaginarse. Una multi-tarea continua que nos consume, a nosotros como individuos y al resto del planeta. En este escenario, el único límite sería nuestro autocontrol, capacidad que los sistemas educativos oficiales solo recuerdan cuando se trata de ser sumisos y obedientes ciudadanos.
Amigo Daneel, ya he dejado de maravillarme ante la capacidad de la mente humana de mantener dos emociones opuestas simultáneamente. Me limito a aceptarlo —R. Giskaard Reventlov
Robots e Imperio (IsaacAsimov, 1985)

Se puede concluir por tanto que el peligro es real. En este caso la ciencia-ficción nos advierte con todo el sentido. No se trata de simples fantasías, sino escenarios construidos con detalle cuyas ficciones obedecen a un propósito determinado.

1ª parte: el techo evolutivo

En la obra de Arthur C. Clarke es recurrente suponer que nuestro espontáneo y aleatorio proceso evolutivo está vigilado por alguna especie de seres superiores que de vez en cuando dan algún empujoncito por aquí o por allá para ir desencadenando y corrigiendo cosas. Además de la conocida 2001: Una Odisea del Espacio, en El Fin de la Infancia (1953) su autor postula con que una especie alienígena nos visita para «corregir» el rumbo de nuestra especie, la cuál se encuentra al borde de su autodestrucción al desarrollar tecnologías cuyo poder no ha aprendido a controlar. Los overlords o «superseñores», como se les llama en la obra, han de que actuar... de nuevo, con resultados preocupantes. La Utopía, un lugar donde no hay guerras, ni hambre, ni injusticia, es sin embargo un lugar intelectualmente yermo, sin arte, sin genio, sin ciencia ¿somos incompatibles con un futuro idílico? ¿es el sino de la humanidad vivir en constante enfrentamiento para poder manifestar nuestro potencial? Otra visión sobre este asunto es la de Isaac Asimov en su obra El final de la Eternidad. Un grupo de guardianes se dedica a velar y a cuidar la línea temporal de nuestra especie de manera que no se vea afectada por ningún grave tropiezo. El resultado es la perdida del brillo y genio de la humanidad hasta el punto de afectar negativamente en el desarrollo futuro, un aspecto que los guardianes de La Eternidad no habían tenido en cuenta.

La Humanidad como un virus

Matrix —junto con Blade RunnerNeuromante y otras obras, cada una en su ámbito— es uno de los citados ejemplos a destacar de esa visión pesimista y negativa de nuestro futuro, base y seña de identidad del ciberpunk. El agente Smith mantiene una definitoria conversación con Neo que sienta algunas bases del mensaje de la famosa saga de los Wachowsky: por un lado, la necesidad de nuestra especie de vivir en un entorno hostil y precario, como un recuerdo atávico del mundo en el que se desarrolló y evolucionó, configurándose como hoy conocemos. A consecuencia, se carece de capacidad de autocontrol, siendo dicho entorno el único límite a nuestros excesos. Nos abandonamos arruinándolo todo a nuestro alrededor hasta lograr el paisaje apocalíptico que este tipo de ciencia-ficción no deja de advertir, hasta el punto tal vez de convertirse en profecía autocumplida. La humanidad acaba convertida en una plaga vírica, una masa sin mente que inunda y consume todo aquello allá donde se establece.

Señales

La actualidad nos ofrece algunos indicios que alertan de la posibilidad de que estemos ya inadvertidamente, en una distopía. Signos que estaban ya presentes en las obras de ciencia-ficción mencionadas. Tal y como se relata en la recreación de una hipotética conversación entre George Orwell y Aldous Huxley —basada en la obra de Neil Postman (Divertirse hasta morir, 2013) y los dibujos de Stuart McMillen— parece que es el creador de ¿Un mundo feliz? el que más acierto tuvo al especular sobre las formas de tener controlada a la sociedad. Algunas de estas evidencias, tal vez discutibles para algunos, serían: redes sociales que fomentan la procrastrinación y —paradójicamente— el aislamiento social; inteligencia artificial y robots que nos sustituyen paulatinamente y sin control sobre su ética de proceder; perdida continua del derecho a la privacidad, sistemas políticos infestados de mediocres y corruptos que sin embargo, manejan una increíble cantidad de información vital sobre la sociedad lo que les permite manipularla a su antojo, en su propio beneficio y en perjuicio de la misma, al servicio de corporaciones transaccionales más poderosas que los propios Estados; falta de control y límite a la destrucción del medio ambiente; terrorismo internacional al alcance de la misma tecnología que crea una brecha de injusticia entre primer y tercer mundo; falta de formación científica, falta de formación humanística y filosófica, falta de educación cívica a todos los niveles y una capacidad intelectual de la sociedad en paulatina disminución, tragedia predicha con mucho sarcasmo en Idiocracia (Mike Judge, 2006)

2ª parte: el optimismo en la ciencia-ficción

Frente a este escenario se encuentra una ciencia-ficción que poca gente de entre los más jóvenes reconocen hoy en día. Gestada a mediados del siglo pasado, confundida por la space ópera galáctica y el frikismo trekkiano, relegada al ostracismo por el postmodernismo y sepultada bajo la «oscuridad» que ha llegado hasta nuestros días ¿Cuál es el sentido de este tipo de ciencia-ficción? ¿es un entretenimiento infantil, sobre un mundo irreal y fantasioso? Este tipo de ciencia-ficción dejó de tener interés a pesar del esfuerzo que pusieron muchos autores en diversos medios para convertirse progresivamente en sinónimo de paisajes apocalípticos, quedando el resto relegada a ámbitos minoritarios o a «cosas de frikis». Sin embargo, algunos autores como Neal Stephenson, Neil Gainman o incluso el propio George R.R. Martin, advierten que la ciencia-ficción que imagina soluciones en lugar de problemas es completamente imprescindible, y que hay que recuperarla, para hacer frente al desanimo y favorecer el estimulo. Sorprendentemente, el escenario parece que está cambiando en los últimos tiempos ya que a pesar de existir todavía muchos problemas, las buenas noticias sobre nuevas soluciones para explorar el espacio y colonizar la Luna o Marte —¡¡incluso Venus!!— o soluciones médicas sobre prótesis humanas controladas mentalmente, parecen indicar que mantener la constancia acaba proporcionando frutos gratificantes, a pesar de los constantes tropiezos y adversidades.

La maldición entrópica

Si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal
Ley de Murphy (Edward A. Murphy Jr.)

El segundo principio de la termodinámica indica que el nivel de desorden tiende a aumentar en todo sistema cerrado. El único límite a este fenómeno es la presencia de alguna influencia externa al sistema o la emergencia de algún orden espontáneo como consecuencia del azar, tal y como sucede en algunos sistemas caóticos. Dicen que la vida es uno de estos fenómenos, un orden surgido del caos en un universo condenado al desorden. Según el mito bíblico, los humanos fuimos expulsados del paraíso, de la utopía en la que el orden es eterno. Esta mitología evidencia que en verdad el problema es tan viejo como nuestra especie. Desde hace miles de años que los humanos hemos de trabajar duro todos los días para salir adelante —bueno, todos no, me temo— pero lo que hace distinta la situación a la que nos acercamos peligrosamente es que se ha logrado un desarrollo tecnológico de tal calibre que manejados incorrectamente por ejemplo, la energía nuclear, la inteligencia artificial o la biotecnología, puede provocar más destrozos que mejoras. La tozuda realidad ha demostrado que precisamente por simple dejadez, algún desastre acaba ocurriendo tarde o temprano, debido a la mala costumbre de los humanos de complicarnos la vida. Seres habitantes de un universo de cuya entropía creciente somos víctimas. O tal vez no.

3ª parte: ¿un único camino?

Una de las premisas habituales de las películas sobre invasiones alienígenas para justificar su hostilidad, consiste en suponer que toda civilización avanzada tiende a someter y esclavizar sistemáticamente a las menos desarrolladas tecnológicamente. Pero, también es conocida la tendencia a mirarnos el ombligo y a creer que todo el universo va a hacer lo mismo que nosotros en cualquier circunstancia. Tampoco ha de suponerse como una norma fija que lo que ha ocurrido en el pasado va a tener que suceder de igual manera en el futuro. Parece cierto asumir que desde que la humanidad se convirtió en sedentaria, las disputas por los territorios y sus recursos han condicionado un modelo de expansión basado en la conquista y esclavización, factor que podría considerarse común a la mayoría de culturas del globo. Pero, ¿se puede extrapolar indefinidamente en el tiempo este paradigma? ¿no es posible postular con un punto de inflexión equivalente a las revoluciones culturales como las que han ocurrido en otros ámbitos clásicos como el greco-latino, la Ilustración o incluso la Revolución Industrial? —a pesar de ser fuente de los problemas medioambientales actuales, también es cierto que este periodo ha traído más prosperidad a nuestra especie que ningún otro anteriormente— ¿acaso el mismo desarrollo tecnológico que puede producir una singularidad tecnológica no puede ser también origen de un cambio de paradigma socio-cultural en nuestra especie?
el avance tecnológico de una civilización trae aparejado una disminución y finalmente un abandono de la violencia
Jill Tarter (SETI)

La Llegada (Denis Villeneuve, 2016) es una película atípica en el sentido que otorga una importancia a las humanidades mayor que a las ciencias físicas, las cuales han tenido tradicionalmente una atención mayor en el género. Aunque este aspecto tal vez lo lleva demasiado lejos, no obstante, la obra del director canadiense ha suscitados algunos debates interesantes sobre las consecuencias de un contacto alienígena: salvo el caso poco probable pero posible de una especie nómada que vaga por el espacio en busca de recursos —Independence Day— la comunidad científica piensa que un aumento de tecnología implica una disminución de la violencia, hasta incluso su desaparición. La lógica de este argumento resulta en el fondo aplastante: una civilización que no desarrolla una sociedad madura y equilibrada está condenada a sucumbir bajo el poder de su propia tecnología. De esta manera los escenarios más coherentes en este sentido son —además del citado— tanto las distopías en las que se ha consumado una total o parcial destrucción del medio ambiente terráqueo —Blade Runner— como por el contrario, aquellas en las que la humanidad viaja a las estrellas con confianza y arrojo —Star Trek—. Quedarían fuera de esta clasificación obras como la saga de Alien o Avatar, donde la avanzada tecnología, las carencias educativas y el desprecio por el medio ambiente conviven, inexplicablemente, sin aparente problema.

El Reloj del Apocalípsis

Siendo igualmente válidas ambas posturas, es la optimista sin embargo la verdaderamente imprescindible ya que como se ha visto, el desorden se adviene sin esfuerzo y es el orden el que hay que estimular continuadamente. La cuestión es ¿qué hace falta para lograr dar ese paso que nos falta? ¿el Reloj del Apocalípsis avanza inexorable hasta nuestro Juicio Final o se logrará detener, incluso invertir, la cuenta atrás? Para perder nuestro tiempo abandonándonos, no hacía falta haber aparecido sobre la faz de un pequeño planeta rocoso en la tercera órbita de una estrella amarilla de tamaño medio. En Star Trek: Más Allá (Justin Lin, 2016) parecen haberse planteado la misma pregunta. En ella, los tripulantes de la Enterprise se enfrentan al enemigo que simboliza su pasado ―nuestro futuro inmediato― mientras que sus protagonistas pertenecen a una nueva era de la civilización en la que se ha superado por fin el paradigma comentado al inicio: el uso de los mismos motivos de siempre como excusa para repetir una y otra vez, las mismas guerras.

4ª (y última) parte: caminando hacia algún lugar

Lo que no me mata, me hace más fuerte
Friedrich Nietzsche (1844-1900)

Tal vez el principal problema de la humanidad es que se enfrenta a una situación paradójica provocada por sus propias características como especie. Se podría decir de manera muy resumida que al mismo tiempo que el ser humano modifica su entorno para que sus necesidades más perentorias queden completamente satisfechas, la falta de estas provoca sin embargo el acomodamiento y el excesivo nihilismo de la sociedad. A su vez, el sistema de mercado alimenta de manera cada vez más «eficiente» gracias a la tecnología la satisfacción del resto de necesidades, tanto reales como inventadas para la ocasión, realimentando el sistema y entrando en un bucle de acoplamiento que de no cortarse, nos llevaría al conocido escenario apocalíptico. Aunque la situación parece estar bastante complicada, existen algunos ejemplos que muestran que es posible alcanzar algún tipo de control sobre ella. Ciñéndose a los hechos para no repetir argumentos oídos anteriormente y que puede que resulten manidos, en el ámbito de los países del norte de Europa se pueden encontrar algunos logros notables en materia social, política, educativa y cultural, que vendrían a demostrar que hay mucho margen de mejora hacia donde encaminarse:

  • Un sistema educativo (Finlandia) basado en la cooperación en lugar de la autoridad y que responsabiliza a los alumnos al mismo tiempo que les da más poder de decisión.
  • Sistemas judiciales que simplemente funcionan (Dinamarca) y que seguramente como consecuencia hace que sus niveles de corrupción estén completamente contenidos.
  • Economías inclusivas y con poca desigualdad social (Noruega) con las que se alcanzan niveles máximos de desarrollo humano.
  • Políticas de sanción, rehabilitación y reinserción social tan efectivas que lleva incluso a tener que cerrar cárceles (Suecia).
  • Y además, hacen buenas series de TV.

Pero no significa que sean perfectos. Problemas como tasas de suicidio (Finlandia) relativamente elevadas comparadas con el entorno mediterráneo —aunque aún por debajo de países como China o Rusia— o también, el efecto negativo de políticas sociales que con la intención de aumentar la independencia del individuo alejándolo de un entorno familiar limitador (Suecia) han obtenido sin embargo algunos efectos indeseados como soledad o aburrimiento.
Lo importante de Star Trek no es la tecnología sino la noción de humanidad común y la confianza en nuestra habilidad para resolver problemas
Barack Obama

La Utopía, entendida como un lugar en donde no existen los problemas, es en el universo que conocemos tan imposible como perjudicial para nuestra naturaleza ¿Significa esto que necesitamos vivir en el entorno hostil que recriminaba el agente Smith de Matrix? ¿nos gustan los problemas como dice la canción? Depende de como quiera verlo cada uno, pero siendo inevitable su existencia, el momento en que nos sentimos verdaderamente realizados y satisfechos, cuando sale a relucir lo mejor de nuestra especie, es resolviéndolos.


[Esta entrada se comenzó a escribir el 28 de Febrero y fue publicada el 12 de mayo de 2017 en el blog Al final de la Eternidad]
[Esta entrada se publico posteriormente el 7 de octubre de 2018 en  El sitio de ciencia-ficción]

    Publicado por Lino Moinelo suscribirse a los artículos de Lino:
    Informático y documentalista despistado. Se aficionó a la ciencia-ficción cuando de pequeño le regalaron unos libros infantiles asesorados por el mismísimo Asimov. Tiene un blog dedicado a este género donde vuelca su afición: Al final de la Eternidad. Pudo graduarse en la Escuela de Batalla pero llegó tarde al examen. No obstante, se alistó como voluntario en la Flota Internacional, donde participa desde entonces en misiones interplanetarias de paz.

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